Persecuciones.

-Esta ciudad me ha vuelto cada vez más neurótico.

Pensó con tristeza mientras una vez más observaba a su alrededor con la mayor discreción que podía.

Desde que llegó a la estación del metro se sintió observado. Ya era tarde, pasaban de las 10 de la noche y aún tenía un largo camino por recorrer antes de llegar a su casa. No era que saliera muy tarde de trabajar, su horario de trabajo era bastante aceptable. Pero últimamente había adquirido la extraña costumbre de acompañar a una de sus compañeras del trabajo hasta su casa. Acompañarla a ella su casa no lo acercaba ni un poco a la casa de él. ¿Y para qué? Se preguntó no por primera vez, ella nunca le había mostrado interés en ninguna cosa más que en una amistad y no era como si él estuviera haciendo algo para cambiar ese hecho. “No todo es sexo”, trató de convencerse sin mucho éxito.

Cuando entró a la estación del metro notó que un niño, no mayor a 10 años y que por su apariencia catalogaría como “de la calle”, lo observaba con muy poco disimulo. Él le devolvió la mirada un tiempo preguntándose qué era lo que veía hasta que finalmente abordó el metro que se había tardado mucho más de lo normal en llegar a la estación. El vagón estaba casi vacío, escogió un lugar un poco apartado del resto de los pasajeros y se sentó mientras observaba el mapa del metro y contaba las estaciones que lo separaban de la seguridad de su casa. 6 estaciones, un transborde de línea, 3 estaciones más, otro transborde y 9 estaciones antes de llegar, maldijo el momento en que se volvió costumbre acompañar a su amiga.

3 estaciones más adelante y estando en un vagón casi vacío con bastantes asientos para escoger un señor se sienta justo al lado de él. Lo cual es bastante raro para él, normalmente si la gente tiene para escoger se sienta en un lugar que no esté al lado de algún extraño. De reojo vio al señor, ninguna persona que el conociera y con toda la discreción posible observó el resto del vagón. Fue cuando se dio cuenta que unos lugares más adelante el niño de hace rato viajaba en el mismo vagón.

El delirio de persecución lo empezó a invadir. Siendo justos no era para menos. Todos los días en esta ciudad cuando uno sale de su casa se expone a secuestros, violaciones, asesinatos, terremotos, manifestaciones, accidentes automovilísticos, la fiebre porcina, policías en los que uno no confía, fuegos cruzados entre bandas, fuegos cruzados entre bandas y la lucha contra el narcotráfico, el ejército mexicano (en el que uno tampoco confía) y un largo y nutrido etcétera. Digo, si uno quería observar las mil y un formas en que uno podía morir bastaba con leer la nota roja de cualquier periódico. Que una banda formada por un señor, un niño vagabundo y solo Dios sabe quien más le hiciera algo no era muy disparatado.

Faltaban 2 estaciones antes de su primer transbordo y el señor que se había sentado junto al él decidió cambiarse de lugar a uno que se encontraba a espaldas y fuera del campo de visión del joven que se sentía cada vez más angustiado. Con disimulo observó que el señor no se había bajado en ninguna estación.

La próxima ya era donde él transbordaba. Rápidamente formó un plan en su cabeza: Por experiencia sabía que cuando un tren llegaba a una estación y antes de cerrar sus puertas para avanzar a la siguiente sonaba una alarma que alertaba a los pasajeros de que ya se iban a cerrar las puertas. El sabía con precisión cuanto duraba esa alarma, desde que empezó a utilizar el metro la había escuchado miles de veces. Justo antes de que las puertas se cerraran el saldría de ese vagón y con suerte el señor y el niño se quedarían en el.

Ya era el momento, el tren llegaba a la estación. Las puertas se abrieron. Permanecieron un tiempo abiertas mientras algunos pasajeros sin delirios de persecución bajaban tranquilamente y otros subían. La alarma comenzó a sonar. Permaneció tranquilo y en su lugar, como si esta no fuera su estación. Unos segundos más y las puertas se cerrarían. Su corazón empezó a acelerarse. Un poco más… un poco más… un poco más… ahora. Ya sin ningún disimulo observó que el niño y el señor ahí seguían. Se levantó a toda velocidad y prácticamente corrió a la salida cuando las puertas empezaban a cerrarse.

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6 opiniones en “Persecuciones.”

  1. Nice, very nice. Nada de zombies, ni balaceras, ni persecuciones ni policías lesbianas. Una historia urbana que da para mucho.
    Excelente comienzo, ya quiero ver qué pasa.

  2. asi es, el admin tiene razon, nada de policias ni lesbianas esta vez, muy buen comienzo, me resulta interesante que todos dejemos en «suspenso» el final de cada historia para que sea retomada, me encanta esta dinamica espero todos la sepamos llevar para que quede bien.

  3. Me gusto, sobre todo por que al leerlo me clave tanto en la historia que cuando llegue al final me quede con las ansias de la continuacion, y tambien por que esa sensacion la he sentido muchas veces, aunque nunca he viajado en metro (pero bueno, eso no importa) . . .

    Ya quiero leer la continuacion . . .

  4. No inventes de verdad que sentía que yo era el pasajero con delirios de persecución….

    Jajaja yo ni la habría pensado y me hubiera puesto a correr… muy bien, muy bien el inicio.
    Un gusto leerte Jorge!

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