Y decía:…

Juan Pablo se quedó mirando como Laura caminaba desnuda hacia la puerta, no pudo evitar sentirse por un momento ahora en una película de Tarantitno o Rodríguez. Él salpicado de sangre, mal vestido y con un bate de béisbol en la mano mientras veía a Laura contonear su exquisito trasero hacia la puerta. Ella manchada de sangre y con una despreocupación tal que él encontraba excitante, tanto que se sentía como un héroe antagonista.

Juan Pablo miró en cámara lenta a Laura, cada retumbar de la carne de sus glúteos era una invitación, la manera minuciosa en la que su cabello se inclinaba de un hombro al otro mientras pasaba por sus espalda, como si dirigieran una orquesta silenciosa.  De repente Laura abrió la puerta y una luz inmensa comenzó a llenar la habitación, Juan Pablo de inmediato llevó su mano a la cara tratando de cubrirse de la ceguera que provocaba tan inmensa luz pero a la vez como queriendo ver algo trataba de asomarse.

—Joven, joven— seguía sonando la voz detrás de la luz blanca.

Juan Pablo pensó que estaría a salvo del otro lado de la luz, a fin de cuentas Laura ya había cruzado.

—Joven,  joven Juan Pablo— volvió a escucharse la voz.

Juan Pablo titubeó un momento pero se apresuró finalmente a cruzar la puerta de intensa luz.

Joven Juan Pablo, despierte— le decía un hombre con una escoba en la mano— despierte, ya es la última estación debe bajarse, ya no da servicio.

Juan Pablo abrió poco a poco los ojos, la intensa luz blanca de toda la estación terminal iluminaba por completo el vagón, un señor le movía el brazo y le decía que despertase, era uno de los conserjes que limpian los vagones del metro al llegar a cada terminal en el metro.

Joven Juan Pablo, debe bajar, este tren ya no da servicio

Juan Pablo de momento creyó entender todo, al mirar a su alrededor y ver a las demás personas descender, una joven pareja discutía ávidamente de cine, Lynch, Tarantino, los hermanos Wachowsky, los hermanos Cohen, Robert Rodríguez. Del otro lado un borracho que continuaba pidiendo a la gente una moneda, y casi al final, un joven discutía con lo que parecía ser su papá:

– Papá, eres un cabrón, te dije que la quería solo para mí…
-Hijo, hijo, de verdad, sólo serán unos meses, la casa como te dije, será eventualmente tuya por completo.

Con esas palabras, Juan Pablo rió y comenzó a caminar al final del grupo de personas, se sentía aliviado por haber sido todo sólo un sueño de viajero, todo producto de su cansancio y las charlas de las personas en el vagón. Rió nuevamente para sí y comenzó a subir la escalera, todo tenía sentido, el señor parecido a su padre, la luz, el chofer, todo había sido elaborado en su mente. De pronto Juan Pablo se detuvo, un tremendo escalofrió lo recorrió al recordar la voz del conserje del metro «Joven Juan Pablo, despierte…» si todo había sido elaborado en su mente, cómo el conserje sabía su nombre, no había modo de que fuera un sueño, el conserje siguió barriendo mientras todos descendían del vagón, el conserje era real, el no era un sueño.

Inmediatamente corrió de regreso al andén, miró para un lado y para otro, nada. Sólo la luz blanca de la vacía estación, caminó por un costado dirigiéndose hacia las otras escaleras cuando súbitamente el conserje salio de un costado que Juan Pablo no había revisado

—Joven Juan Pablo, ¿se le perdió algo?— le dijo el conserje mientras exprimía el trapeador en una vieja cubeta.

—ehh, este… mmm… no— Juan Pablo estaba helado, en verdad el conserje sabía su nombre

—¿Está esperando a alguien? porque el metro donde usted venía era el último y ya no vendrán más.

—No… no es eso…

—¿Entonces que es lo qué…— Juan Pablo interrumpió con una voz apresurada

—¿Co… co… cómo sabe mi nombre?

El conserje comenzó a reír

—¡dígame! ¿cómo sabe mi nombre!— preguntó de nuevo pero ahora gritando con un poco de desesperación

El conserje comenzó a reír con más fuerza, soltaba carcajadas que hacían sentir mucho más temeroso a Juan Pablo

—¡DÍGAME, CÓMO ES QUE SABE USTED MI NOMBRE! — gritó de nuevo Juan Pablo

El conserje disminuyó un poco la risa y dijo

—Ay joven, pues de ahí mismo, de ahí, de dónde más iba a ser.

Juan Pablo dirigió la mirada hacia donde apuntaba la mano del conserje y decía: Juan Pablo Ornelas Flores, impreso en tinta negra sobre el gafete empresarial que llebaba sujeto a la bolsa de su camisa.

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Autor: Yair

El administrador de HD-B, escribidor amante de las letras y las muejeres. Un tipo más bien raro.

9 opiniones en “Y decía:…”

  1. bueno, despues de todo fuimos nosotros quienes llevaron la historia hacia algo… muy raro, sabes que hubiera estado bien? no te importa? bueno de todos modos te digo, que se hubiera escrito diario pero que le hubieramos dado dos vueltas entre todos los escritores, cuando muchas personas escriben algo es dificil ponerle un final doherente, yo habria hecho de final que tienen sexo salvaje y al dia siguiente aparece sangre en el pan bimbo y el cuerpo de una mujer en la mezcladora… si es estupido lo se.

  2. Quiero ser una protagonista de esos sueños, desnuda y salpicada de sangre.
    Me acabas de dar una muy buena idea.
    Saludos!

  3. Jajajaja muy buen final, pues, como dijo Jorge: «con tantos giros extraños…»

    Disfruté mucho tanto la lectura como la elaboración de mi texto correspondiente. Ojalá me vuelvan a invitar.

  4. Que buen final . . . no lo esperaba asi, pero creo que fue el merecido a la historia . . . pobre Juan Pablo . . .

    Ahora . . . ¿Que sigue?

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