Conversando con ella

-Asesinos, eso es en lo que se han convertido.

-¿Realmente eso es lo que crees?

-Por supuesto, sino dime tú, ¿quién en su sano juicio sería capaz de hacer eso con una pobre mujer?, ¿porqué después de haber recibido dos balazos en el pecho, habría de darle el tiro de gracia?

-Por piedad seguramente.

-¿Piedad, dijiste?, ¿acaso tienes mierda en lugar de cerebro?

-La madre pudo desangrarse por varios minutos, posiblemente horas antes de que llegara alguna ambulancia de nuestro «eficiente» sistema de salud público, pudo haber tenido una lenta y terrible agonía antes de desangrarse por completo, por eso quien quiso poner fin a su vida, tuvo piedad de ella y decidió que lo mejor era que finalizara lo más rápido posible.

-En verdad me enfermas Nubia, a veces pienso que tu trabajo en la policía no es mas que una forma de saciar tu sed de violencia diaria.

-¿Violencia?, como se nota que nunca sales de aquí, deberías de asomarte a la ventana de vez en cuando, no necesito mi trabajo de detective para enfrentarme a la violencia de esta pinche ciudad; para ello me bastaría mas que internarme en el mal llamado cinturón de miseria que nos rodea, ¿o acaso no lees los periódicos o en verdad eres estúpida? ¿sabes acaso el promedio de muertos que nadie reclama y que a diario aparecen esparcidos en pedazos?, dependiendo de los «pecados» cometidos, los puedes encontrar sin lengua, manos o incluso decapitados.

-Ok, ok, cálmate por favor, me impresiona la forma en que pierdes los estribos tan rápido, te exasperas con tanta facilidad que el día menos pensado, ese revólver que portas con tanto orgullo regresará manchado con la sangre del pobre infeliz que te haga encabronar.

-Lo dicho, eres una ignorante, en verdad que no me conoces, ¿o tan rápido se te olvidó que me gradué con honores de la universidad?, mi IQ de 190 y mi afiliación de diez años a Mensa lo avalan, tengo un control total sobre mi persona y mis emociones jamás superarán a mi obligación de engrandecer los ideales de justicia en favor de la sociedad.

-En verdad que por un momento me lograste engañar, «ideales de justicia», quien te escuchara creería que hablas en serio, bien podrás ser la próxima Albert Einstein o Stephen Hawking, pero mientras no resuelvas el pequeño «problema» dentro de tu cabecita, no serás segura para ninguna persona, nadie te conoce mejor que yo, por eso te digo que nadie está seguro junto a tí y me apiado del pobre imbécil que se cruce en tu camino, casi siento lástima por esos homicidas y violadores con los que lidias a diario, no saben en manos de quien cayeron.
El que seas una genio, de ninguna manera subsana tu deplorable estado de salud mental, ¿o dime quien en su sano juicio bebe a media noche el café frío que no bebiste por la mañana?

-Mi «loquero» de cabecera seguramente estaba mas pirado que yo, decía que sufría de principios de esquizofrenia y no hacía mas que mantener mi bolso lleno de medicamentos impronunciables, si mi jefe se hubiese enterado me hubiera corrido de inmediato.

-Posiblemente sería lo mejor, no pondrías en riesgo a los demás.

-No sabes lo que dices, gracias a mi trabajo hemos vivido con relativa comodidad, por supuesto, a costa de los delincuentes que pululan en «mí» ciudad, gracias a ellos puedo dar rienda suelta a mi adrenalina acumulada por días, después de todo, ¿quien les creería que una «simple» mujer los golpeó hasta casi morir?, es lo bueno de mi apariencia escuálida, «navega con bandera de pendeja» fue el mejor consejo que recibí de mi padre.

-Aun así, creo que hace mucho que rebasaste la delgada línea que separa la cordura de la demencia.

-¿En verdad eso es lo que crees de mí?

-¡Por supuesto!, dime quien en su sano juicio sostiene una conversación con su reflejo en el espejo.

De inmediato Nubia volteó la mirada, dio un sorbo a la taza con café que sostenía en su mano izquierda, la arrojó con violencia sobre aquel espejo con marco de plata que con tanto ahínco había protegido y se dispuso a dormir.

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