Por tres pesos

— Échale lumbre — Ordena un joven a otro. Ambos lucen cansados. Las ojeras que ambos posen son más una muestra de frustración que de desvelo. El segundo hombre toma los dos cables que salen de una fuente de corriente directa y antes de conectarlos en el protoboard se asegura de que esté seleccionado «cinco volts». Un led enciende. Nada más sucede. Ordena un joven a otro. Ambos lucen cansados. Las ojeras que ambos posen son más una muestra de frustración que de desvelo. El segundo hombre toma los dos cables que salen de una fuente de corriente directa y antes de conectarlos en el protoboard se asegura de que esté seleccionado «cinco volts». Un led enciende. Nada más sucede.

Ambos jovenes se quedan viendo entre ellos. En sus ojos parece haber un dejo de optimismo. Como si ese led encendido fuera una una luz de esperanza.

— A ver, has la prueba.— El joven toma una hoja ya muy maltratada, en la que únicamente había escrito a mano treinta y seis renglones de caracteres que representan comandos. Voltea a su PC y compila una cantidad de código importante; él habia programado todo y los últimos dos días no había hecho otra cosa que no fuera depurarlo. Sabía con exactitud qué debía suceder.
— Pues, ya lo compiló y no se ha trabado, ya vamos de gane. Le voy a meter el código. —El individuo entonces copió el primer código: #@$0102000#. Un segundo led encendió en el circuito que acababan de terminar.

Únicamente las personas que se han encontrado en la desesperada situación de armar un circuito de control con una interfaz grafica conocen la sensación que da ver encender el led que le indicas cuando se lo indicas. Es tan cercana al orgasmo espiritual que inexorablemente jadeas de tranquilidad y placer. Eso fue lo que hicieron los jovenes.

— ¡A huevo! Ya está listo para recibir comandos. – Dijo el joven que prácticamente contuvo la respiración todo el tiempo de compilación del programa. – Prueba los demás comandos.

El joven que se encontraba frente a la PC introdujo lentamente en la ventana de su programa el comando #@$0102001. El sonido de un motor girando rápidamente hizo que los dos se levantaran de su asiento tapándose la boca con las manos para no gritar de la emoción. Eran las 04:51 de la mañana y había gente durmiendo en la casa. Introdujeron otros números y se regodeaban al ver que cambiaba el giro y que controlaban la velocidad del mismo. Felices se dieron la mano y se relajaron en sus sillas.

Probaron todos y cada uno de los comandos. La computadora tomaba el comando, lo enviaba por el puerto USB y un microcontrolador lo recibía, lo comparaba y relizaba una acción. Giraba un motor hacia un lado, hacia otro, le bajaba o subía la velocidad, encendía un foco de 100 Watts, subía y bajaba la intensidad de la luz, activaba una bomba de agua, sensaba temperatura y la mostraba en la PC, sonaba una bocina, entre muchas otras cosas. El proyecto ya estaba casi listo.

Compilaron el código dentro de una página de Internet y realizaron las mismas pruebas, pero ahora desde una laptop conectada a la red. Inclusive utilizaron un PSP para controlar todo. La fluidez con que se sucedían las acciones a los deseos era hermosa: prácticamente instantánea.

La última prueba consistía en probar los comandos utilizando un mensaje de texto desde su celular. Mandó el mensaje con el comando que quería a cierto número y todo se apagó. Simplemente un contador de leds funcionaba y una pequeña pantalla de LCD de 2 líneas mostraba un mensaje que decía «Esperando instrucción» funcionaba. —¡A huevo!— Gritaron al unísono. Su felicidad por el logro obtenido nubló el respeto por los que dormían todavía.

Siendo ya las 08:43 horas, a únicamente 17 minutos de su exposición, los jovenes terminaron. Al fin. Se sentían realizados, felices. Como cuando terminas de hacer el amor y estás en la cama fumando un cigarro. Esa sensación de saciedad que tanto anhelaban finalmente los alcanzó. Así como estaban, sucios, cansados, con exceso de cafeína y las manos ampolladas por pelar cable telefónico se dispusieron a salir a la escuela. Con el cuidado de un cirujano, desconectaron el cable USB y guardaron todo.
Sentían como si mataran a un hijo cada que desconectaban un motor o un foco. Como si mutilaran sus esperanzas con cada elemento que separaban del circuito.

Llegaron a la escuela con tres minutos de retraso. Las caras de todos sus compañeros reflejaban lo mismo que en ellos se veía. Se saludaron con complicidad. Cada uno entendía por lo que habían pasado los demás. Sacaron de sus cajas todo y conectaron con esmero cada elemento. El profesor aún no llegaba, como si supiera que necesitaban ese tiempo y él amablemente se los regalaba. Terminaron de ensamblar todo, conectaron a la computadora y esperaron pacientemente a que el primer led encendiera. Pero eso no sucedió.

Desesperados revisaron la continuidad de cada elemento del enorme circuito, confiados en encontrar un falso contacto. Pero no encontraron nada. Todos los cables estaban bien conectados, el programa compiló normalmente. No había nada para suponer un mal funcionamiento. —¿Cómo es que si todo funcionaba bien hace 25 minutos ahora no lo haga?— se preguntaron.

El profesor llegó. Un silencio abrumador lo acompañó al entrar. Pasó a revisar inmediatamente los proyectos. Uno o dos equipos lo entregaron. La simpleza de esos proyectos molestó al profesor. Rumiaba su decepción. Apenas el setenta de calificación. Cuando le tocó el turno a los jovenes, simplemente le mostraron el circuito armado, la página de Internet abierta y casi mil pesos de circuitería que no hacía más que existir. Le explicaron todo el proyecto y se desvivieron por hacerle entender que hacía sólo media hora funcionaba como debía. Se maldijeron por no tomar video.
Pocos segundos después, el característico olor del silicio quemado inundó el salón. Los jovenes voltearon a buscar la razón de esa perturbación y al tocar el microcontrolador, se quemaron dolorosamente.
Desconectaron la fuente de voltaje y recibieron un pequeño choque eléctrico.

Ya sabían que sucedió. El regulador de la fuente se había quemado. En lugar de entregar cinco volts, abrumaba con doce. Todos los circuitos se quemaron, el microcontrolador, las compuertas, los transistores, el teléfono celular. Y todo, por un pequeño regulador de voltaje que cuesta tres pesos.

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8 opiniones en “Por tres pesos”

  1. ja!

    esto mas que un cuento es toda una anecdota.

    Me recordo mis dias de universidad en que eso pasaba cada semestre varias veces entre todas las materias y todos los proyectos.

    bien escrito, buen desarrollo, nomas que? los reprobaron o que jais?

  2. ¿Ingeniero verdad?

    Yo nunca tuve que hacer (thanks god) esos shows, pero amigos cercanos sí, y puts, una cosa así seguro dos que tres se hubieran pegado un tiro.

  3. ¡Acentoooooos!

    Bueno, después de eso diré:

    Jajajajajajajaja, ¡genial!

    Pobres tipos, aunque la alegoría del cigarro después de hacer el amor es en teoría ¿no?

    Digo, porque tamaños ñoños como los que (ejem) describes, una de dos: O nunca en su vida han hecho el amor, o les da tiempo de escribir el mensaje de celular, tener sexo y alcanzar a ver el resultado del comando.

    No sé yo, pues. No soy ingeniero ¡Dios me libre!

    Muy chido.

  4. Yo sólo tengo la duda de ¿qué es un led?

    Me acordé cuando en secundaria tuve que hacer una maqueta con focos que debían prender…. debían… malditos…. jajaja!

  5. Jajaja.
    Gracias por sus comentarios.

    En efecto Sr. Violencia, es más una anécdota. Pero no, no reprobaron. Uno de ellos está estudiando una maestría ahora.

    Yair, en efecto, soy Ingeniero y a mucha honra.

    Luiz: En efecto me faltaron muchos acentos, tenía la intención de revisarlo antes de que se publicara, pero me bombardearon de tarea y ya no pude corregirlo. Lo del cigarro, en lo personal yo no fumo, así que no sabría decirte, pero necesitaba encontrar una alegoría que definiera la saciedad más como un cliché que como una realidad. Y pues que más cliché que un cigarro después del fornicio.

    Jess: LED – Light Emisor Diode. Para más señas, son los foquitos pequeños que encienden con una pequeña corriente eléctrica en corriente directa.

    Kiddo: ¡Qué sutil! Jajaja.

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