Tertulia en el callejón

Cuenta la leyenda, que en aquellas épocas de la colonia, un joven usurero estafador y criminal, encontró la muerte en un callejón que desemboca en la av. Río Mixcoac. La gente, al no querer saber quién ni por qué lo había asesinado, dijeron que era cosa del Diablo, pues estaba terriblemente desfigurado y mutilado.

El Diablo solía esperarme cada noche de noviembre en el mismo lugar, con un libro diferente a discutir. Un mes con el Diablo.

Salí como cada viernes, huyendo de mi departamento, con el orgullo herido y la cara ardiéndome. Siempre, era igual: llegaba yo de mi insulso trabajo, a veces temprano, a veces tarde, pero siempre lo encontraba a él en mi cama, desnudo… con otra mujer. Y todas esas veces salía huyendo de lugar. Era el miso recorrido: 5 calles, vuelta a la derecha, 5 calles y mi casa, él seguía ahí pero ella, o la que fuera, no. A veces me preguntaba cómo es que yo me había permitido entrar en esta relación tan divertida de tríos, en donde un candidato siempre era intercambiable, pero jamás me beneficiaba a mí.

Era pues, 1 de noviembre 2:30 de la madrugada, viernes. Salí tarde corriendo y esta vez quería buscar una aventura. Un acostón y sentirme más valiente, más osada. Caminé 3 calles y no veía candidato alguno, pero esta vez me detuve enfrente  del callejón, en donde el dueño, según la leyenda, era el Diablo. Así pues, me detuve intrigada, no es que quisiera retal al Diablo, es que buscaba una aventura. El callejón medía aproximadamente un kilómetro, en donde justo a la mita había una curva, ésta hacía que de entrada no se viera el final, y al revés. La calle era completamente de adoquín, adornada por paredes de tabique, por un lado, y cemento por otro, leyendas de grupos urbanos, protestas y otros rayones coloridos. Había sólo 4 faros que lo alumbraban y justo a la mitad del callejón, una especie de repisa en donde según, se aparecía el señor.

Esa noche, caminé lentamente en el callejón, iba cruzándolo para salir a la avenida Río Mixcoac; mis tacones  hacían tanto eco que me consolaba pensar que era lo único que escuchaba. De pronto comencé a sentir un aire caliente que golpeaba mi cara, cada vez más intenso, como si estuviera respirando vapor. Continué el camino, recordando que no llevaba suéter; las piernas me temblaban pero ya no podía detenerme, era como un imán que me jaloneaba hacia algo, o alguien. Me encontraba ya caminando por la curva, y empecé a ver la repisa del Diablo, ahora tenía tanto calor, sin embargo, cuando crucé la curva, algo cambió en el ambiente, un bajón de temperatura comenzó a hacerme tiritar de frío, así que me detuve, los faros se apagaron y todo era obscuridad y un silencio incomprensible, un susurro en mi nuca hizo que se me erizara la piel, volteé bruscamente y no había nadie. Otro aliento frío detrás de mí y entonces me quedé quietecita, la respiración comenzó a ser más rápida y estaba mareada…  me senté en el adoquín. Estaba, sin planearlo, frente a la repisa, desconsolada, asustada y cansada. Correr con tacones no es lo ideal, pensé, y en esos momentos los pies los sentía tan pesados que nada podía hacer. 10 respiraciones después, un faro se encendió, justo el que estaba a centímetros de la repisa. Todo lo demás lucía obscuro.  Hurgué en mi bolso  para buscar un humectante labial, tenía los labios muy resecos, empero, tomé  el libro  que tenía pendiente, y absurdamente, comencé a leerlo.

-Lucrecia- gritó con voz firme, apagada y profunda.

-¡Qué dem…!- me sorprendí. Voltee para todos lados y no había absolutamente alguien que hubiera hablado. Seguramente tomé drogas…pero un momento de repente una coincidencia vino a mí dilucidando: Lucrecia era el nombre de la protagonista de la historia del libro que justo en esos momentos estaba leyendo. –Estoy loca- pensé. Continué.

– Mi querida Armablanca. Por fin nos conocemos- volvió a decir aquella voz grave, sentí más frío aún, alcé la cabeza y ahí estaba, enfrente de mí sentado sobre la repisa. -El Diablo en persona- vociferé y me paralicé.

-Para ti, hoy, Dionisio- miró mi libro y esbozó una sonrisa malévola. Temblé.

Aquel día sentado en la repisa evaluaba mi desempeño en la comprensión de lectura, se metía en el papel del protagonista o antagonista, mientras a mí me daba el rol de la mujer amante, de acuerdo a la historia. Jamás se presentó y discutíamos, nos embelesábamos con las historias y cada viernes, por la noche, durante todo noviembre era igual, acordamos implícitamente una cita. El Diablo se manifestaba a mí con su imagen alegórica de maldad. Mientras yo usaba cada vez más corta la falda. Su mirada torva  y roja me dejaba estupefacta, sus manos largas y dedos refinados me enloquecían, mientras que el frío me abrazaba, nunca pude escapar ni dejar de ir a la cita de cada viernes con un libro nuevo. Tenía un amante de cada viernes y era sepulcralmente feliz.

-Catalina, haz venido a verme otra vez.-

-Así es, mi despreciable Heathcliff-

-¿Qué hemos aprendido hoy mi pequeña Antonieta?-

-Que el ángel no es más que el obsequio de la bananera libertad.-

Pero me gustó más cuando leímos Diablo Guardián y desmesuradamente me llamabas Violetta. -¿Hoy vienes de puta barata madmoaselle?-

– Cara, mi querido Pig, de cara.-

Ese fue el último viernes de noviembre, pero yo ya estaba intoxicada, Así que, confundida, regresé un viernes más. Grave error.

-¿Hoy vienes levantando tu insignia de Diablo enamorado? ¿Mi querida Irene?-

-Más que eso, hoy vengo dispuesta conquistarte Corso.-  Bufó, yo sonreí, y él se levantó de su acostumbrado lugar, se acercó a mí lentamente con una mirada hostil, y yo cada vez sentía más frío. Al estar enfrente de mí, era terriblemente más alto y metafórico de lo que se ilustra; mucho más de lo que solía imaginarlo. Me tomó por los hombros y sus dedos se enterraban en mis brazos, me estremecí, pensé que me besaría…y lo que hizo fue tragarme.

“Aquí yace una mujer que se volvió loca. Cuenta la leyenda que hablaba con el Diablo, y que éste la enamoró;  después la desmembró para conservar cada una de sus partes. Dicen, que si quieres invocarla, ven cada noche de noviembre a leerle un libro” Decía la placa que se encontraba en aquel obscuro callejón.

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violetta

Autor: violetta

Soy la alegoría de la obsesión.

5 opiniones en “Tertulia en el callejón”

  1. Qué padre te quedó!

    Retas al lector a medir su nivel literario.
    Y de fondo, una sonrisa.

    Siempre he creído que el Diablo es un ángel más que hermoso.
    Imposible tenerle miedo si te lo topas de frente.

    Y al final…. de una leyenda, surge otra más.
    Me encantó ese efecto espiral.

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