En la plaza de Santo Domingo

La puerta de la carreta se abre, una mano arranca el saco que me cubre la cabeza y dos hombres encapuchados me sujetan por los brazos, arrastrándome hacia afuera. La luz de la plaza es cegadora. Mis ojos, acostumbrados a largos días en la sombra, se sienten como si estuvieran en llamas. Al principio no puedo ver nada, pero el clamor y el bullicio me hacen saber que hay una nutrida muchedumbre reunida. Continuar leyendo «En la plaza de Santo Domingo»

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Mi madre

«Hora de maleficios. Cuando las tumbas se abren y hiede el infierno.»
William Shakespeare.

Polvo.

Dicen que somos polvo.

Y en polvo nos hemos de convertir.

Mi madre lo repetía continuamente durante las noches que había luna llena. Tomaba mi mano y me guiaba hasta la iglesia del pueblo. Me obligaba a hincarme y mientras mi rostro veía fijamente a un Hombre crucificado, mi madre tomaba un alfiler y pinchaba mi espalda una y otra vez hasta que de entre mis vértebras fluía un líquido vital que era cuidadosamente recabado por las manos de mi progenitora. Continuar leyendo «Mi madre»

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Cuento muertos

Camino. Llevo un rato caminando, al menos así me lo parece a mí, un largo rato. El camino es sinuoso, gira ora a la derecha, ora a la izquierda. Ya no me pregunto a dónde voy, hace rato dejé de preguntármelo. Algo me atrae y me impulsa a continuar el camino, es un olor, dulce, suave como a flores; veo también luces reflejadas en un humo denso, todo está allá, muy, muy lejos. Por eso camino.

Es de noche, no hay estrellas, no hay luna, no hay nubes. Sólo hay obscuridad alrededor, y, sin embargo, el verde de los cerros, las cañadas o los valles brilla, es hermoso, todo tapizado con flores amarillas, cada que veo esas flores se me olvida preguntarme una vez más a dónde voy.  Hace frío, es una brisa fresca que sopla y corretea entre las flores, ondula los altos setos, mueve las hojitas de los árboles. Lo puedo ver, todo el paisaje ante mis ojos pero la mismo tiempo percibo que las hojas se mueven. No entiendo bien cómo puede ser esto. Continuar leyendo «Cuento muertos»

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Tertulia en el callejón

Cuenta la leyenda, que en aquellas épocas de la colonia, un joven usurero estafador y criminal, encontró la muerte en un callejón que desemboca en la av. Río Mixcoac. La gente, al no querer saber quién ni por qué lo había asesinado, dijeron que era cosa del Diablo, pues estaba terriblemente desfigurado y mutilado.

El Diablo solía esperarme cada noche de noviembre en el mismo lugar, con un libro diferente a discutir. Un mes con el Diablo. Continuar leyendo «Tertulia en el callejón»

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De cuotas por pagar

Mil veces mis padres discutieron que era lo mejor para mi, si bautizarme como hijo de Dios o simplemente dejarse de ideas locas y gastos innecesarios, y ahí fue donde dieron en el clavo y se pusieron de acuerdo, ¿para qué gastar? mis padres se convencieron de que si todos somos hijos de Dios, no era necesario gastar en una fiesta para toda la familia y mucho menos en un pequeño trajecito que sólo utilizaría una sola vez y de colmo me haría ver como una niñita, ¿o es muy varonil acaso el usar vestido, gorro y zapatos de charol?, el punto es, para que gastar en un trámite tan… tan… ustedes entienden de qué hablo. Continuar leyendo «De cuotas por pagar»

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