La voz de la sirena

Érase una vez un hombre loco que se volvió poeta, escribía y escribía pero todo sin tinta.
Escribió el compendio de poemas más grande y más bello que jamás haya existido y todo, absolutamente todo, estaba escrito sin tinta.Sucedió que un día se encontraba escribiendo sin tinta a la orilla del mar, como solía hacerlo todos los jueves de luna llena. Una sirena blanca llegó hasta él, cautivada por los versos sin tinta del poeta.
— ¿Quién eres tú, mortal, que osa profanar la belleza de mi canto con esos versos sin tinta?
El poeta inmutado seguía escribiendo.
— ¿Acaso no me has escuchado?
La sirena lo miraba fijamente mientras el poeta seguía escribiendo sin tinta, como si la sirena no estuviera ahí hablándole.
—He preguntado quién eres, hombre que osa opacar con esas palabras sin tinta el hipnótico sonido de mi canto.
El poeta se detuvo, cerró su libro y la miró.
— ¿Cómo te atreves a ignorarme de ese modo?— decía furiosa y altanera la sirena —¿no ves que soy yo la hija del rey del mar? la más hermosa de los mares, la de voz única, la dueña del corazón de quien pisa el mar.
El poeta hizo un gesto de hastío y prosiguió con su escritura, la sirena enfurecida por la falta de respeto y la falta de temor del poeta, comenzó a cantar para hipnotizarlo y así hacer que se acercara al mar para ahogarse.

El poeta inmutado parecía que estaba sordo, concentrado en sus versos sin tinta, como poseído por su mano inmóvil que no dejaba de escribir en su libro en blanco. La sirena cantaba y cantaba, subía y bajaba los tonos de su voz, aumentaba el ritmo, disminuía los tiempos, todo un espectáculo musical saliendo de su boca; gradualmente la sirena iba perdiendo la voz como si se fuera disminuyendo con cada ola espumosa que dejaba la marea en esa noche de luna llena. De pronto, la sirena no pudo sostener más las notas y enmudeció, asustada tocaba su cuello, miraba a todos lados como buscando la voz que apenas unos segundos atrás resonaba por toda la costa.

El poeta se puso de pie y caminó hasta que las olas le cubrieran los tobillos.
— En verdad posee usted la voz más bella que haya sonado por los mares; en verdad es usted la dueña del corazón de todos los marinos, su padre Neptuno, sin lugar a duda, creó a la más hermosa musa que el mar ha podido ver pero, he de decirle tristemente que acá en la tierra, no se posee el corazón de nadie sin antes haber dado el propio a cambio; así fue como su hermoso canto no ha podido atrapar mi corazón, porque mi corazón no está conmigo, mejor aún— dijo en un tono alegre —yo pude tocar su voz, sus notas y, a cada una de ellas que usted, de manera perversa y egoísta, trataba de obsequiarme para robarme el corazón, yo fui capturándola en estos versos que ahora tengo bajo el brazo.
La sirena quedó absorta ante aterradora revelación del poeta.
—Ahora sabrá, querida sirena, lo que es el verdadero amor y lo difícil que es poseer un corazón; yo vendré a escribir todos los jueves de luna llena, por si algún día tiene un corazón para entregar a cambio de su voz…
El poeta dio media vuelta y camino de regreso a su hogar, con su libro bajo el brazo, y su caminar lento y firme se fue perdiendo entre el brillo de la brisa y la noche.

Desde ese día, la sirena dejó de robar el corazón de los marinos y comenzó a ofrecer su verdadero amor, para encontrar quien pudiera amarla así y traer de vuelta su hermosa voz.

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Autor: Yair

El administrador de HD-B, escribidor amante de las letras y las muejeres. Un tipo más bien raro.

7 opiniones en “La voz de la sirena”

  1. este poeta de casualidad no seria Ulises rumbo a Itaca, creo que el ha sido ese marinero capaz de cometer hazañas incluyendo desafiar el canto de las sirenas

  2. me gusto mucho xq le dijo a la sirena sobre el verdadero amor, el poeta se destaco bastante…………………………………………………………. 🙂

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