El sabor de su sangre

Tomaba el té a las 3 de la tarde, me encontraba sola en casa, dejando pasar el tiempo para prepararme para salir, cada sábado mataba el tiempo en esa plaza, sentada en la misma banca y esperando a la misma persona, pasaron un par de horas antes de levantarme de la mesa, el sol entraba por la ventana y empezaba a oscurecer. Me dirigí a la recámara, acomodé cuidadosamente sobre la cama la ropa que iba a ponerme, la observé por un momento deliberando si era la mejor opción, luego me deshice de mi ropa y entré a la regadera. El agua hirviendo me quemaba la piel, disfrutaba esa sensación, cualquier otro día podría haber pasado horas bajo el chorro de agua dejando quemarme la piel, hasta dejarla roja y casi insensible, tan solo los sábados terminaba con este ritual más pronto de lo deseado pues tenía otros rituales con los cuales cumplir.

Faltaban 4 horas aún para que tuviera que ir a la plaza, me apresuré a vestirme aunque el tiempo me sobraba, dediqué un poco más de tiempo a mi rostro y a mi peinado, después de terminar con mi arregló, me miré una vez más frente al espejo, no había nada más que el reflejo de la recámara, aún así ya me había acostumbrado a mirar, por si las dudas. Era de noche, pero algunas tiendas aún se encontraban abiertas, la gente que aún paseaba por la calle me observaba extrañada, con un poco de morbo y otro poco de miedo. Tenía que caminar al menos una hora para poder llegar a mi destino, a sentarme a la banca a esperar, yo sabía que el no llegaría, que me dejaría esperando un sábado más.

Llegué a las 10 horas exactamente, me senté en una banca y estuve esperando por más de una hora, nada sucedía, no llegaste de nuevo y eso me enfureció, de nuevo la calma en la que vivía durante toda la semana desaparecía, y era cegada por un odio que no podía controlar. Mientras me encontraba ahogada en esos pensamientos alguien se me acercó y se sentó a mi lado.

Me saludó y me preguntó mi nombre. A quien le importa un nombre, le respondí, me levanté de la banca y comenzamos a caminar por la plaza, estaba enojada, pero algo me decía que esta noche no estaba perdida después de todo, lo invité a pasar la noche conmigo, caminábamos a mi casa y en ocasiones nos deteníamos para besarnos mientras nos recargábamos en una pared, la luz de la luna era lo único que nos iluminaba, todas las tiendas estaban ahora cerradas, y no había gente en las calles.

El cada vez se veía más débil y cansado, su piel joven al inicio del camino se empezaba a tornar seca, pero no desistía y seguía caminando a mi lado, respirando cada vez con más dificultad y deteniéndose en ocasiones, esta vez para descansar, cada descanso era aprovechado para satisfacernos un poco, el besaba mi cuerpo y yo mordía su mano.

Faltaban unas cuantas calles para llegar a mi casa, caminábamos cada vez más lento, yo lo alentaba a seguir a delante mientras lo tomaba de la mano y le daba un beso más, su rostro se observaba cansado, le era difícil seguir adelante, me miraba directo a los ojos, e intentaba pronunciar palabras que no alcanzaban a salir de su boca; su ropa se encontraba ahora manchada de rojo, sus labios, su cuello, su pecho, sus brazos y espalda estaban teñidos de rojo brillante, cayó sobre mis brazos en el momento en el que intentaba dar un paso más.

Tomé la última gota de sangre de su cuerpo a unas calles de mi casa, lo dejé ahí, con la mirada perdida y su piel del todo marchita. Regresé desilusionada a mi hogar, pues el hombre al que amaba no se había presentado de nuevo. Había intentado reemplazarlo con alguien que no se acercaba ni siquiera un mínimo al recuerdo del sabor que aún latía en mis labios, hacía más de 100 años que los había probado ya, pero lo tenía tatuado en la memoria, nada era capaz de satisfacerme como el sabor de la sangre de aquella persona que me dejó esperando en la banca de una plaza, con la promesa de regresar y pasar la noche conmigo en mi casa.

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Autor: Lorena

Soy lorena, escribo en HD-B y en otros blogs, estoy en el internado de la carrera de medicina, tengo 21 años y soy del Norte; me gusta leer, cocinar, comer, dormir, dibujar y escuchar música. Me dan miedo los perros y los objetos peligrosamente afilados.

14 opiniones en “El sabor de su sangre”

  1. Igual como consejo para tu redacción: deberías poner más puntos y menos comas. Se apreciaría mejor la lectura si no escribieras así tan de corrido.

  2. Así neta neta doc se ve vió muy cliché que utilizaras los vampiros pero independientemente de eso el texto tiene ritmo. No sé si este lo iniciaste también a media res si no fue así, el párrafo de la descripción puedo empezar en la parte del espejo ya que es lo único que se puede considerar como indicio de la historia.

    De la puntuación, efectivamente hay 10 usos básicos de las comas y también reglas de cuando usar los puntos. Difiero con quien dijo que dejes de usar las comas. Sólo encontré unos 3 casos en que pudiste emplear el punto y seguido, punto y aparte pero en sí nada grave. Recuerda que, el texto te marca el ritmo (Lee en voz alta y te darás cuenta que onda con la puntuación)

    En resumen: PUEDES ESCRIBIR COSAS MEJORES

    nota al pie ¿Por qué no me extraña el elemento sangre?

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