Las escaleras

Timbraste un poco antes de lo que yo esperaba; como pude me puse mi camiseta, bajé las escaleras, y previo a abrir la puerta, encendí el reproductor de discos compactos que tengo en la sala, el cual empezó a reproducir el último compacto que había introducido no se hace cuanto tiempo.

Hacía ya más de tres semanas que no te veía, y si acaso, habíamos intercambiado dos o tres llamadas telefónicas. El verte después de largas ausencias me produce una serie de descargas eléctricas que recorren indistintamente mi estomago y espina dorsal como la primera vez que te besé, hace ya algunos años en aquel pequeño restaurante italiano a las afueras de la ciudad.

Continuar leyendo «Las escaleras»

Share

Madrugada…

¿Quién soy? -se preguntan- ¿Quién soy? Soy nada. No existo pero camino a su izquierda, soy su sombra, su vida y su muerte. Justo ahí, donde termina su visión periférica, es mi inamovible lugar.

Escrito por: ROSS LA TERRIBLE

La luz de la luna se perfila nítida, en perfectas y simétricas barras luminosas entre los pliegues de la delgada cortina, justo ahí, en las sombras provocadas por la luz.

Lo observo. Lo siento. Lo leo. Él me sabe ahí de alguna nítida, pero olvidada manera. Así de confusa soy en su vida.

Recostado en el sillón, con una pierna en el piso, haciendo anclaje, piensa en lo que fue su vida antes de esta soledad, del obsesivo zapping en la TV; de libros esperando su turno, de música sin colocar aún en el iPod, de ir del trabajo a casa, de una cerveza con los colaboradores o amigos solo por no dejar, sin mayor complicación, sin mayor gusto, en automático. Como un auto bien afinado.

Continuar leyendo «Madrugada…»

Share

De las preguntas

Contrabando

Aquel templado día de verano, ella, de pie, estaba temblando al contacto de las yemas de los dedos de el; el la había deseado desde hacía mucho tiempo y no quería arruinar el momento con prisas innecesarias, además de que le complacía ver como vibraba tras el paso de sus dedos por el cuerpo de ella.

Le desabotonó lentamente la camisa mientras apenas le rozaba el cuello con sus labios, con el sostén aún puesto y la camisa desabotonada, la tomo por sus delicados hombros y con un ligero movimiento la camisa se deslizó por su cuerpo hasta reposar en sobre la frazada que momentos antes habían puesto sobre el piso de barro.

“¿Puedo hacerte una pregunta?”, le interrogó ella.

“Solo si quieres saber la respuesta” contesto el.

“¿Soy la primer mujer casada con quien te relacionas?”.

“Es algo que no podría responderte, ahorita eres la única en quien pienso, y siempre olvido mi pasado”.

Esa respuesta era suficiente para ella, mujer casada y con dos hijos, no tenía planeado dejar a su esposo, ni iniciar un romance, era solamente un affaire, tener sexo una, o quizá en dos o tres ocasiones; ella quería solamente una pasión de contrabando, alguien que no se enamorara de ella y que la olvidara cuando ella así lo decidiera.

“¿Puedo hacerte otra pregunta?” volvió ella a preguntar.

“Las que quieras”

“¿Soy la primera a quien traes a esta galería?”

“Si, eres la primera”
. Para ella esa respuesta era suficiente; suficiente para dejarse perder en los firmes brazos de el; suficiente para sumergirse en el azul del cielo a través de esa gran abertura mientras el la penetraba.

Share

Los gnomos de año nuevo

Habrá quien piense que los gnomos son solo seres mitológicos, pero no es así, yo personalmente los conocí alguna vez, y bien puedo asegurarles que ello existen, viven en las profundidades de la tierra, en lugares donde ningún humano pudiera llegar por su propio pie; los gnomos son por excelencia, grandes guardianes, y uno de sus principales tesoros que deben custodiar es el tiempo.

Ellos son los cuidadores del año nuevo; cada 31 de diciembre, en la noche son los responsables de depositar el año nuevo en Nueva Zelanda para que la vida pueda continuar, y también deben ir por el año viejo a las Islas de Hawái y llevarlo al asilo de años viejos.

Continuar leyendo «Los gnomos de año nuevo»

Share