Los dedos de Nubia

Literalmente hablando la hormiga murió. Nubia estaba medio desnuda, el pelo lo tenía enmarañado, con una mano acariciaba su pubis por debajo de sus húmedas bragas de algodón y con la otra frotaba frenéticamente a la hormiga alrededor de las obscuras aureolas de sus pechos caídos, la hormiga ya había muerto decapitada en una de las tantas veces que ella la apretaba contra sus duros y prominentes pezones, pero eso no impedía que ella imaginara que se estaba cogiendo a la hormiga.

Ella seguía proporcionándose placer manipulando hábilmente su clítoris cuando abrupta y sorpresivamente entró en la habitación el amante en turno de Nubia. El vestía un viejo pantalón de mezclilla roído de la rodilla, unos sucios tenis Converse y una camisa verde chillante tipo Polo, estaba lleno de hollín y sudor; la escena le alteró y excitó a la vez, no obstante el le gritó:

– “¡Pero con una chingada Nubia!, ¿se puede saber que putas madres haces?” Nubia se sobresaltó, en el mar de su éxtasis no se había dado cuenta del incendio, confundió los crujidos de la vieja estructura de acero y madera con la fuerte excitación que sentía en esos momentos; el calor del piso con el calor de su cuerpo. Y sin siquiera darle tiempo de responder el continuó –“el pinche edificio se esta quemando ¿y tu te estas masturbando?” Enojado por el hecho de que ella se masturbaba en su ausencia, la levantó del suelo por el brazo, y sin darle oportunidad de vestirse la empujó por la ventana de la sala que daba a la oxidada estructura de las escaleras de emergencia y empezaron a bajar, la antigua escalera rechinaba con el peso de los demás vecinos que también venían descendiendo, pero se mantenía firme como un viejo soldado de guerra, si acaso un poco mas firme que los pechos de Nubia que se balanceaban al compas del movimiento. Cuando pasaban por el balcón del apartamento de abajo se dieron cuenta que el fuego había iniciado en ese piso, el de Isabel, la chica que hacia unos días Nubia había conocido y que su pareja se había mostrado tan interesado en que Nubia le diera más detalles. Del apartamento en llamas salió una mujer empuñando un arma, la cara salpicada de sangre, iba descalza, tenía una agilidad tremenda y llevaba puesto un vestido corto de color negro, y un pequeño dije que colgaba de una discreta cadena de oro que se escondía a la altura del escote de ella. Reconoció a Nubia, aunque Nubia no sabia quien era la mujer misteriosa que tan elegantemente vestía. Levantó el arma y la accionó en dirección al pecho desnudo de ella. Nubia vio venir el movimiento y la acción de la mujer, y en un acto reflejo se movió hacia su flanco izquierdo, pegado al soporte de la escalera; en el mismo momento que se giraba, se arrepintió, trato de regresar, pero ya era muy tarde, en un acto de supervivencia ella se protegió, pero dejó descubierto a su amante, quien no había visto el arma. Dos susurros rompieron el aire y se incrustaron en el tórax de el, uno de los disparos perforó limpiamente el pulmón. Apenas alcanzó a llevarse las manos a la altura del pecho, sintió una fuerte descarga y un calor abrazador, le faltaba el aire, se le nublaba la vista, sintió algo que lo trataba de asir del brazo y de repente ya no sintió nada, solo vio un destello que lo encegueció, y después solo sintió paz, ya no vio el edificio arder, ya no apreció la caída desde las escaleras del edificio, ni tampoco sintió el momento en que su cara fue a estrellarse al frio y sucio pavimento.

Nubia gritó, el cuerpo de el se le escabullo entre sus finos dedos, solo escuchó el sordo y seco golpe del cuerpo al estrellarse, se llevó la mano a la cintura para desfundar su arma, pero su mano sintió tan solo el contacto desnudo de su cintura y el inicio de sus bragas, lo único que llevaba de ropa, trató de incorporarse, bajó corriendo las escaleras empujando a los otros vecinos, y corrió detrás de la mujer sin detenerse en atender a su amante. Pero esta mujer aún y que iba descalza, era muchísimo mas ágil y rápida, y no obstante que Nubia gozaba de una complexión atlética que no concordaba con sus opulentos y caídos pechos y se ejercitaba regularmente, no pudo darle alcance. Nubia se detuvo a 5 cuadras de su edificio, a lo lejos se oía el ulular de las bocinas de los camiones de bomberos y de las ambulancias y el resplandor de las llamas que rompían la obscuridad de esa fría mañana de finales de diciembre del ´52, lagrimas de dolor y coraje surcaban su bello rostro, estaba jadeando y completamente desnuda, pero ya no era por la excitación de hacía unos momentos, ahora era por la rabia e impotencia. Mientras regresaba a lo que era su edificio, la gente se le quedaba viendo con cierto morbo, los bomberos aun no controlaban las llamas y los médicos se avocaban a atender a los lesionados. Molesta, Nubia se retiró, buscó infructuosamente algo con que taparse pero en el caos del momento y el cuerpo de su novio aun tendido en el suelo sin atención no había nadie que la ayudara, se retiró un poco para evitar que las cámaras de la prensa que estaban llegando la fotografiaran, buscando protegerse, se escondió en un callejón lateral a esperar. Instintivamente volteo y la vio nuevamente, allí estaba parada, con una enigmática sonrisa y apuntándole directamente en la cara.

El jefe del cuerpo de bomberos, un viejo y bondadoso capitán de la fuerza aérea retirado, observo a la mujer desnuda esconderse en un callejón, pensó que estaba herida y desconcertada, tenía que ser una victima del incendio, por lo cual tomo una franela de lana del camión y se enfilo al callejón para auxiliarla y cubrirla del frio matinal. Antes de doblar en la esquina del callejón, escuchó un sonido, era un retumbo familiar, muy familiar y muy lejano, un ruido seco que se expandió en la atmósfera del lugar y que le taladró los oídos: -“PUM”, “PUM”, “PUM”.

Del mismo autor:

Share
Simbad de la Porra

Autor: Simbad de la Porra

Ex-marinero que viajó siete veces, mujeriego del corte de Casanova, se enamoró de cada mujer que conoció, oficial de frontera, perseguidor de indios comanches, liberal de membrete, hombre de dinero (a futuro) y promotor de un proyecto separatista.

11 opiniones en “Los dedos de Nubia”

  1. Que entrega tan chingona, neta.

    Espero Nubia sobreviva para un apoteosico combate final en igualdad de circunstancias.

    PD. Que bueno que la que se murio en la entrega anterior fue la chingada hormiga

  2. no se porque el preambulo de la telera me vino a dejar aqui… imagine todo ese nombre denubia vaya imaginacion…creo que nubia sin proponerselo hadesculado a la hormiga

    en unlado la cabezita y en la otra los culitos
    por lo regular yo no pondria esas palabritas.. jaja pero me haz obligado
    me enamoran esos relatos…

    uf.. que calor…
    y tengo que bajar varias escalones con zapatos de tacon… si pudiera ponerle musica podria a Sabina
    los sabados escribo en el blog colectivo

    vendrias?

  3. Que tiene que ver la Pinche Vieja aquí?

    me encantó el relato, muy bueno, aunque creo que me perdí un poco en algunas partes, hehe

  4. Tarde o temprano tenía que llegar el primer enfrentamiento y como bien dice el hijo de la chingada, ojalá y el siguiente sea en igualdad de circunstancias.

  5. Ya me tooodo el primer capitulo, buena idea de crear una historia, pero en este apartado en especial, ¿converse, pantalon de mezclilla roido de la rodilla y camisa verde chillante tipo polo, en el 52? ¿osea ya habia emos en el 52?… hay detalles que no se pueden dejar pasar (asi como mis pecados en los signos de puntuacion)…, pero como quiera chido…

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.