Conversando con ella

-Asesinos, eso es en lo que se han convertido.

-¿Realmente eso es lo que crees?

-Por supuesto, sino dime tú, ¿quién en su sano juicio sería capaz de hacer eso con una pobre mujer?, ¿porqué después de haber recibido dos balazos en el pecho, habría de darle el tiro de gracia?

-Por piedad seguramente.

-¿Piedad, dijiste?, ¿acaso tienes mierda en lugar de cerebro?

-La madre pudo desangrarse por varios minutos, posiblemente horas antes de que llegara alguna ambulancia de nuestro «eficiente» sistema de salud público, pudo haber tenido una lenta y terrible agonía antes de desangrarse por completo, por eso quien quiso poner fin a su vida, tuvo piedad de ella y decidió que lo mejor era que finalizara lo más rápido posible.

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Otros Rumbos

-“…Sentimientos?”-

Y con esa pregunta, más bien, la única palabra que alcanzó a escuchar perdió el tren de pensamiento que tal vez lo podría haber llevado a resolver el caso. Suspiró pesadamente mientras tomaba su taza de café frío y bebía un sorbo, ya había perdido la cuenta de las horas que llevaba viendo las fotografías.

-“No te escuché Nubia ¿Qué dijiste?”-

-“Que si pensaba que las personas que hicieron esto tienen sentimientos”-

Él observó a su nueva compañera por un momento. ¿Qué hace una mujer joven y bella como ella en un lugar como este? Ah si, graduada con honores de la universidad, al cerdo del jefe se le ocurrió que le podría ser útil en más de un aspecto. Pobre ilusa, de seguro piensa que está haciendo algo por el mundo.

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Psicopatía

SOMBRA azul en los párpados, y delineador negro al rededor de los ojos, solía aplicarse Isabel al maquillarse cada día.
Sin embargo, no necesitaba nada de eso. Ella era realmente hermosa: las proporciones de su cuerpo parecían figurarse a las de un maniquí en aparador de una boutique cara, sus ojos esmeralda hechizaban con sólo verlos, y la finura de sus facciones parecían haber sido esculpidas por un artista en un trabajo artístico de ésos que tardan días enteros en lograrse. Isabel tenía además el fino porte que la mismísima Nefertiti, y el mismo carisma innato que poseía Diana de Gales.
No obstante, ello no le bastaba. Poco parecía importarle poseer aquellas virtudes por las cuales una millonada de mujeres pagan al adquirir y que en posesión de alguien más, otro uso podrían tener.
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Sobre las nauseas

LETAL como por mucho tiempo fue el amor de Isabel para aquella anciana, un pasado lésbico que la atormentaba pero que a la vez daba sentido a su vida desquiciada

-quiero que cagues en mi cara

-no…pero…¿cómo?…o sea….así, ¿cagar nada mas?

-ajá, así nada mas – con una voz tan excitada, proveniente de una garganta quemada por la nicotina mientras parecía no alcanzarle la vida para dejar de frotarse en la vagina aquel dije que siempre usaba

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Recuerdos

NAVIDAD del ´52 es una fecha que aun recuerda muy bien, los detalles se han ido borrando, pero el vivido recuerdo de la extraña que en la noche metía la mano en el vomito, -aquella asquerosa inmundicia- tratando de recuperar unos libros de un autor de apellido Borgues o Borges –Jorge Luis o José Luis, el nombre es lo de menos- aún le producía algo de gracia. Pero lo que ella hizo no fue mejor, recoger de esa porquería anaranjada los cuatro aretes y los cincuenta dólares.

Muchas veces se ha preguntado por que hizo eso en vez de ayudar a la pobre señora que vomitaba sin control, o revisar al marido e hijos tumbados en el piso. Pero lo que la seguía lacerando era la mirada de odio de la extraña que tomó los libros; no entendía como alguien la podía odiar con tan solo verla.

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