Felaciones

Y . . .

Con una voz grave, un marcado bamboleo seguramente originado por el alcohol y una penetrante emanación a sudor le rogó: -“Joven, por favor regáleme un cigarrito o unas monedas para comprar algo de comida”.

Juan Pablo que no fumaba, sacó del bolsillo trasero de su pantalón un arrugado billete de 20 pesos que no le habían aceptado en el merendero cercano a su oficina por contener una leyenda política opositora al gobierno, estiró la mano y antes de hacer contacto con la de aquel, lo soltó, al momento que murmuraba para si: «necesito tranquilizarme,
no puede ser que hasta un menesteroso pedigüeño me asuste».

El taxi no pasaba, y Juan Pablo empezó a sentir un marcado dolor en el estomago, mezcla de la excitación e impotencia que se produce cuando estás a punto de perder una buena noche de sexo, dolor acaso menor al que le producían los pantalones de mezclilla en su órgano viril sofocado en un intento de salir airoso de una marcada erección.

Juan Pablo, con la mano dentro del pantalón, trataba de acomodar y disimular –sin mucho éxito- la turbación de su pene cuando se detuvo frente así el taxi. –“Pidió usted un servicio” preguntó con sorna y voz aflautada el conductor que observaba las maniobras que Juan Pablo intentaba llevar a cabo con su pene; -“Sí” contesto el al tiempo que se decía: «lo que me faltaba, un taxista maricón».

Para mitigar el tiempo y no preocuparse por el taxista, sacó su celular y le marcó a Laurita. . .-«El numero celular que usted marcó
no esta disponible, o se encuentra fuera del área de servicio» repetía una monótona voz de mujer del otro lado de la línea. –“Me lleva la chingada” espetó molesto después del segundo intento. –“¿Todo bien joven, le puedo ayudar en algo?” preguntó el conductor del vehículo de alquiler lanzando una casquivana sonrisa a través del retrovisor. Recibiendo por respuesta tan solo un enfurecido –“En esa esquina me bajo; tome quédese con el cambio”.

El enojo de Juan Pablo cambió súbitamente cuando al bajar del taxi y dirigirse a la miscelánea cercana a comprar algunas bebidas embriagantes vio al niño del metro. Sin pensarlo dos veces, corrió a casa de Laura subiendo con grandes zancadas los escalones de aquel conjunto habitacional, vivo ejemplo de lo que las políticas populistas de congelamiento de rentas de los años 70´s habían hecho con la otrora esplendida ciudad orgullo del País.

Llegó al vestíbulo del piso de ella y frenéticamente pulsó el botón del timbre, un esfuerzo inútil para un artefacto que hacía muchos años había dejado de funcionar, quiso golpear con el puño la puerta principal, pero con la fuerza solo consiguió que esta se abriera de par en par, lo que indicaba que tan solo estaba entre cerrada.

Temeroso y con el fuerte palpitar de su corazón similar al feroz repicar con que las bandas de guerra golpean sus instrumentos de percusión, ingresó lentamente al oscuro apartamento. Lo primero que vio y que llamó su atención fue un albornoz tirado en recibidor, junto a una corbata, y una camisa, en el porta llaves de la mesa estaba el celular de Laura, un par de mancuernillas de oro y un fistol con incrustaciones de diamantes. Caminó unos pasos más y entornando los ojos y con la vista adaptándose a la oscuridad de la habitación percibió un marcado olor a tabaco fino, con el pie izquierdo fuertemente asido al suelo y el derecho ligeramente levantado, giró su cabeza a su siniestra, en una posición similar a la de un golfista cuando acaba de efectuar su swing de salida.

Lo que observó lo dejo mudo, en el sofá de la sala yacía Laura desnuda concentrada en llevar a buen puerto una meticulosa felación al viejo que se había sentado a su lado en el transporte subterráneo. Este con la mirada fija en Juan Pablo y con una carcajada sardónica le dijo. . .

(D.R.) Simbad de la Porra 2008 – 2009

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Simbad de la Porra

Autor: Simbad de la Porra

Ex-marinero que viajó siete veces, mujeriego del corte de Casanova, se enamoró de cada mujer que conoció, oficial de frontera, perseguidor de indios comanches, liberal de membrete, hombre de dinero (a futuro) y promotor de un proyecto separatista.

5 opiniones en “Felaciones”

  1. Chingada madre aplausos, todos de pie.

    No mames cabrón (disculpe el no) pero me dejaste sorprendido, no me lo esperaba, que buen giro, me cae. Si HD-B tuviera rangos, ya te hubieran promovido a CEO.

    Aplauso, me encantó.

  2. Que conste que mi «Papa» solo iba a coger, no iba todo herizo en el camino para verla, el final me revolvió un poco el estómago (en serio) pero muy bien, todo muy bien master. Esperemos que pasará en el siguiente relato.

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